Por Rodolfo Díaz Wright
Lamentable y decepcionante que un medio nacional del calibre del Tiempo se dedique a desinformar a la opinión del país, con una entrevista trasnochada, descontextualizada y sesgada, como la que le hizo y presentó del alcalde Dau de Cartagena de Indias.
No se encuentra diferencia con las entrevistas concedidas hace un año, en plena campaña, en las que poco o nada proponía, como no fuera el conocido sonsonete de la lucha contra la corrupción y la pobreza y en las que, a falta de un plan de gobierno serio y estructurado, se adjuntaban dos hojitas, llenas con la misma sustancia de sus denuncias escandalosas y vacías de contenido jurídico y sustento probatorio.
Preocupa que, casi un año después, cuando todos los mandatarios seccionales viajan a mil, y nuestra ciudad se encuentra estancada en las diatribas del inframundo de los malandrines, el principal periódico nacional, se dedique a presentar un resumen cosmético y social, sin rigor investigativo, sin valoraciones, trivial y bizantino, en el que el alcalde se regodea con su catalogo de suposiciones, inexactitudes y divagaciones frívolas.
La ciudadanía tiene derecho a información seria y veraz y un medio de comunicación del tamaño del Tiempo, tiene la obligación de verificar, cotejar y decantar lo trasmitido, a fin de que la ciudadanía conozca de buena fuente y de primera mano, la realidad de nuestra ciudad. Dudamos y sólo el tiempo dirá, si vamos a poder recuperar la confianza perdida, con base en el mantenimiento de una conversación fluida, sobre los medios y fines de este gobierno. Sobre qué clase de sociedad somos y sobre el futuro que deseamos crear para nuestros hijos y para la posteridad. Es aquí donde subyace la misión de los buenos medios de comunicación.
Carece de sentido decirle a la ciudad que tenemos el primer producto interno bruto del país, cuando a duras penas, luchamos por estar en el sexto lugar, siendo la décima parte de Bogotá, la tercera parte de Medellín y la mitad de Cali. No es posible que basados en lo dicho alegremente por el alcalde, se presente como cierta esta información, sin contexto, sin verificación y sin confrontarla con las cifras oficiales.
No es juicioso seguir afirmando, sin ningún soporte, que anualmente la corrupción se lleva 1.2 billones de pesos del presupuesto de la ciudad. Si eso es cierto, donde están las pruebas, donde están los responsables, donde están las investigaciones, donde están las autoridades. Si no lo es, y solo se trata de otra bravuconada, es muy irresponsable y de mala ley, seguir propalando, sin ningún recato, este tipo de especies, solo con el fin de confundir la ciudad, alegrar las barras y gozar de la popularidad efímera, que da el discurso maledicente y difamador. Hay que tener en cuenta que quien dice esto no es Arturo el Loco, ni Peyeye, es el alcalde de la ciudad. De otro lado, es claro que no esperamos aguantarnos otros tres años, con esta misma cantaleta.
Es evidente que nuestro alcalde anda despistado en sus pesquizas de sabueso retirado, ya que, al menos, en una docena de ocasiones, ha sido obligado, por parte de los jueces de la república, a retractarse y rectificar sus acusaciones sin fundamento. Asimismo, es claro que sus contradictores han sido más efectivos, a la hora de probarle sus metidas de pata y con pruebas irrefutables, le han demostardo que la corrupción, que tanto persigue, deambula cual ánima en pena, por los corredores de la aduana y que, poco a poco, está reduciendo dramáticamente su gabinete de ensueño.
La poca asertividad ha llevado igualmente al alcalde a diagnosticar equivocadamente el estado de las finanzas del Distrito. Ya en varias ocasiones, el exalcalde Pereira le ha comprobado sus ligerezas a la hora de decir que estamos quebrados. Asimismo las incorporaciónes de fuertes sumas de vigencias anteriores, han demostrado que solo blofeaba al difundir estas especies. Todo esto sin olvidarnos de los 6 millones de dolares, pagados como resarcimiento por daño ambiental en la bahía de cartagena, que duermen el sueño de los justos, sin que se avizoren los proyectos que demanda esta inversión.
Esta y otras cosas son las que esperaría la opinión cartagenera que un periodismo correcto, oportuno, veraz e imparcial le informara a un pueblo que ya casi deja de soñar. Si bien, la situación actual no nos da razones para el optimismo, ojalá que por lo menos, nuestros medios de comunicación y nuestros líderes, nos den motivos para la esperanza.