Por Danilo Contreras

En marzo de 2020 escribí una nota titulada “El hambre, ese otro virus”. En aquel momento de inicio de los confinamientos, pesaba sobre la ciudadanía una atmósfera de nihilismo, miedo e incertidumbre que las generaciones vivas no habían sentido de forma tan masiva. El Covid 19 era una amenaza terrible que con los meses se fue haciendo realidad en muertes y padecimientos cotidianos.

En aquella nota cité al escritor Albert Camus, cuya obra La Peste, me propuse releer para lidiar con los nuevos tiempos de encierros decretados, encontrando varias ideas que me permitían descifrar lo que sucedía. Una de esas frases es la siguiente: “…la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres como la maldad…”. Esa oración sentenciosa me pareció muy apropiada para los funcionarios públicos recién elegidos por votos y “meritocracia”, enfrentados a situaciones extraordinarias sin antecedentes documentados.

Desde la lectura de aquella cita entendí que el autor no aludió a un don mágico o esotérico de adivinación, sino a la necesidad de hacer un análisis prospectivo de las implicaciones que podría tener la pandemia en la vida comunitaria de una ciudad que desde antes de la epidemia acusaba una crisis social profunda. Sugería entonces la implementación de medidas que se adelantarán a fenómenos que sin duda se agravarían, tales como la delincuencia, la desatención de la niñez y la juventud por el cierre de escuelas y quizás la más grave por sus implicaciones biológicas, sociales y morales: El Hambre.

Por aquellos días me propuse una campaña de siembra de cangres de yuca (semillas de yuca), como la denominan los campesinos, en la zona suroriental y en los cerros de Albornoz, donde se concentran algunos de nuestros conciudadanos con mayores problemas de pobreza y pobreza extrema. Lo hice en compañía de un profesional agrónomo cuya ayuda gestionamos ante el SENA y que resultó ser un verdadero apóstol de la agricultura urbana.

En esas gestiones logré conversar con la directora de la UMATA y con el mismísimo alcalde, cuando aún creíamos, pese a que habíamos votado en blanco, que quizás Dau podía tener compromiso con los más necesitados conforme lo había prometido en campaña. Le propusimos fortalecer un programa de agricultura urbana en los barrios humildes de Cartagena, para que se cultivaran legumbres, hortalizas o algunos tubérculos que podrían suplir algunas necesidades urgentes y comercializar excedentes, en una política que, aunada con otras estrategias, combatiera ese virus inclemente que es el hambre. Le expresé que era menester hacer uso de los mercados públicos de Santa Rita y Bazurto para apuntalar un programa de Banco de Alimentos en alianza con la empresa privada y ONGs (e incluso la iglesia) que tenían experiencias en ese campo.

Todo fue inútil. La única acción que se conoció al respecto fue el controversial reparto de “mercaditos” que sirvió fundamentalmente a dos fines: 1. Al vedetismo de los funcionarios que salieron a repartir los mercados para cobrar luego electoralmente, tal y como lo hemos visto ahora; y 2. A los contratistas que vendieron al por mayor los alimentos, quedándose con una buena ganancia de ocasión.

Según cifras del programa “Cartagena como vamos” de 2019, el 34% de nuestros paisanos manifestaba haber comido menos de tres comidas al día. “La cifra, que es trágica por sí sola, empeora al mirar con detalle la frecuencia de este fenómeno en Cartagena. El 45 % respondió que el hecho ocurrió una o dos veces en las últimas cuatro semanas; el 30 % dijo que entre tres y diez veces; y el 25 % dijo que más de 10 veces”.

Por estos días el periódico local, El Universal, publicó datos oficiales del Dane que acreditan que en Cartagena el 69% de la población padecen hambre, esto es, el fenómeno se duplico en un par de años.

El Plan de Desarrollo 2020 – 2023, que no cambió entre el primer borrador presentado al Concejo (cuando NO había pandemia), y el segundo borrador (cuando la crisis estaba en curso), y dejó de prever con la “clarividencia” sugerida por Camus, estrategias serias y comprometidas para combatir el hambre. En las cifras actualizadas del Dane tenemos las consecuencias de esta omisión oficial.

El candidato Gustavo Petro, dijo en su última visita a Cartagena: “está es la ciudad del hambre” y tiene razón. Ojalá se puedan elegir en el futuro próximo, gobernantes con genuina sensibilidad con las necesidades de tantos conciudadanos. En otra nota sobre este tema inquietante, escribí: “Esa negligencia de los dirigentes ratifica una frase de Óscar Vilhenas que suelo citar últimamente y que repetiré ahora: ‘La invisibilidad significa aquí que el sufrimiento humano de ciertos segmentos de la sociedad no provoca una reacción moral o política en los más beneficiados ni dispara una respuesta legal adecuada en los funcionarios estatales’”.

Un comentario en «La ciudad fantástica es la ciudad del hambre»

  1. Dr. Danilo.
    Buen análisis y crítica sobre la verdadera situación económica y social en que viven la mayoría de la población de la ciudad de Cartagena, hoy reflejada en un verdadero desastre humano y emergencia alimenticia.

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