Por Carlos Hurtado Morón

El tipo cogió a diez ‘obreros’ y los volvió campeones. Vengó una derrota militar de su país contra los ingleses en un campo de fútbol; volvió inolvidable a un árbitro del que nunca más se oyó hacer presencia en una cancha (el tunecino Alí Bennaceur pitó ante Inglaterra en el Mundial de México) y a mí me hizo sostener una mentira por cuatro meses. Ya verán las razones.

A quienes nacimos en los setentas (1972) se nos escurrió una lágrima disimulada. A mi esposa nacida en 1985, un año antes del mejor mundial que he visto y el que me enamoró del periodismo deportivo, me tomó tiempo explicarle por qué la muerte de Maradona me impactó.

Corría 1986 antes de la cita orbital en México, la que Belisario Betancur no quiso albergar en Colombia, cuando al mercado salió una cartilla: “Aprenda a Jugar al fútbol con Maradona”. Era mi hora para despedirme de las burlas que me hacían por ser un verdadero tronco para el fútbol. Con 1.84 de estatura, 40 kilos menos que ahora, amigos de mi edad me pasaban con la pelota pegada al pie como cono de entrenamiento. Pero esa cartilla de Maradona me salvó.

Cada vez que el vendedor de periódicos pasaba por el frente de mi casa era como el sonido de la diana en un campo militar. La llené en tiempo récord solo que había un problema sin resolver: no tenía un balón.

Tomé el pago de una mensualidad del colegio Latinoamericano en Cartagena para comprarlo. Debí convertirme en un malabarista para inventar mentiras y evitar que me impidieran la entrada al colegio durante cuatro meses que duró mi mora. Mi mamá hasta el día de hoy nunca se ha enterado. Comenzando el Mundial de México los partidos coincidían con la hora de clases; mi hice ‘la leva’ por una semana. Eso me valió la única cachetada que me ha pegado mi mamá en 48 años.

Y así como Maradona, pasé de la trampa a la gloria, no con la velocidad de él en aquellos cuatro minutos de un gol a otro en 1986, ni con el trofeo de la Fifa al final, pero Maradona me enseñó a jugar al fútbol. Fue como el rockero favorito con el que perdí mi virginidad. Por eso, y muy a pesar de su vida (nunca lo vi ni le pedí ser mi ejemplo, ese papel es para mi madre), es que Maradona inspiró a mi generación. De eso falta mucho para esta época porque hasta el día de hoy Cristiano Ronaldo no ha logrado que me ponga a hacer ejercicio.

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