Por Rubén David Salas Arias

La economía colombiana, pese a no ser la más próspera de la región, se puede considerar como una de las más estables por cuenta de unas condiciones macroeconómicas en promedio sólidas (históricamente hablando). Por ello, por su estabilidad es una opción de inversión interesante para los capitales golondrina -aquellos inversionistas que buscan rentabilidad en el corto plazo-. Sin embargo, recientemente, ante los choques que ha sufrido la economía global y la persistente incertidumbre internacional y local, la estabilidad dejó de ser una característica del país según lo que evidencian los mercados. De ahí que la percepción de riesgo aumente y esas golondrinas empiecen a alzar vuelo en búsqueda de mejores aires.

Aquí surge una pregunta: ¿A dónde vuelan las golondrinas? De seguro buscan la estabilidad que ya no perciben en el país. Emprenderán rumbo a países con, por lo menos, las características que veían en Colombia hace unos meses o a economías desarrolladas que demuestran menor percepción de riesgo. Dichas economías verán como por los flujos de inversión sus monedas no sufren tanto por la pérdida de valor contra el dólar. En esos casos, la desdicha de unos será la alegría de otros, porque ante una coyuntura internacional tan complicada, algo de inversión no cae mal para apalancar el crecimiento económico. Caso contrario y más grave es cuando la inversión se erosiona, en especial porque esos capitales funcionan como mecanismo de financiación en momentos difíciles.

No se puede negar que el mundo está interconectado y los capitales tienen flexibilidad suficiente para que, ante expectativas que afecten sus intereses, busquen mejor rumbo a la mayor brevedad, en especial como sucede en el caso de las inversiones consideradas como “golondrina”. A su vez, las inversiones según su tipo y temporalidad también pueden salir de manera progresiva, o incluso, si no hay incentivos a reinvertir, pueden esperar a que el capital se deprecie y en el final del ciclo de vida se liquide. Y como resultado de la erosión de inversión impactar los ingresos futuros del país. Entonces, un tomador de decisión debe cuidar los capitales y atraer más con mensajes claros de estabilidad que desvanezcan la incertidumbre.

Queda la pregunta: ¿Cómo hacer volver a las golondrinas? En ese sentido, hay que trabajar en una estrategia de atracción de «golondrinas», y más importante que ello, de inversionistas de largo plazo, para que mientras el mundo pasa por la complicada coyuntura, con unos flujos de inversión bien gestionados cumplir con metas de crecimiento económico. No se puede desaprovechar esa oportunidad con mensajes luchando a contracorriente de manera obstinada. Hay que articular las voces en un solo discurso, con un mensaje claro y contundente que recupere la confianza de los inversionistas con el país -El Ministro Ocampo tiene la clave para cumplir con esa misión-. Todo lo anterior, sin desconocer que la inversión impacta las posibilidades de crecimiento, y con más ingresos y unas políticas públicas bien orientadas, se puede fomentar el desarrollo económico del país.

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