La noticia sacude con fuerza: Venezuela es campeón mundial de sóftbol bola rápida. Una alegría inmensa para el pueblo venezolano, una hazaña lograda con puro talento nacional, sin atajos, sin torneos «prepagos», sin importar la crisis económica. Allá lo que hay es decisión, disciplina y amor por la camiseta. Y duele decirlo, pero en Colombia estamos a años luz de eso.

Mientras los venezolanos celebran con orgullo un título construido con esfuerzo y trabajo real, aquí seguimos jugando a echarle la culpa al otro: la Federación culpa a las ligas, las ligas culpan a la Federación, y en ese círculo vicioso se nos va la esperanza de tener un deporte fuerte, propio, honesto.

¿Dónde están nuestros torneos serios? ¿Dónde está la formación de lanzadores y jugadores colombianos? En muchas ligas del país lo que hay es un facilismo vergonzoso: traer jugadores extranjeros a cambio de un buen salario, levantar una copa y vender la mentira de que estamos ganando. Atlántico lo hace. Magdalena también. Bolívar no se queda atrás. Y muchas más que, por ahora, se salvan del nombre, pero no de la culpa.

Esto no es deporte, esto es un montaje con billete. Aquí no gana el talento, gana el que más paga. Y así, señoras y señores, no se construye una selección, ni se logra un campeonato, ni se deja una huella.

Ojalá la nueva Federación, con Rina Corcho a la cabeza, deje de dar discursos bonitos y empiece a trabajar de verdad. Que pongan los “chorizos en el fuego”, como se dice en la calle, y empecemos de una vez por todas a formar talento propio, con disciplina, sin excusas.

Felicitaciones al bravo pueblo venezolano, porque hoy nos enseñan que sí se puede, que el deporte se hace con convicción y con identidad. No con parches ni con compras.
¡Viva Venezuela, campeona del mundo!

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