Por Danilo Contreras

En marzo del impensado 2020, los propósitos del año nuevo cambiaron de súbito por la llegada de la pandemia. Fuimos confinados y aquella perspectiva invito a muchos a la lectura. Recordé que varios años antes había pasado rápidamente, como por obligación, sobre un breve relato de Camus: La Peste. Que lectura más propicia que esa para intentar entender lo que sigue siendo inexplicable bajo paradigmas normales.

Esa re – lectura, ahora contrastada con la dura realidad, me hizo vislumbrar que esto ya le ha sucedido a la humanidad y que, en consecuencia, son previsibles todos los episodios de esta aciaga contingencia.

El recrudecimiento de las cifras de muertes y contagios de estos días, me ha hecho volver, una vez más, sobre la clarividente obra, a fin de encontrar razones para explicar la negligente – o quizás dolosa – conducta de los gobiernos, en esta coyuntura. Por su pertinencia cito el aparte de un diálogo de la obra:

“-Cottard miró a Tarrou sin comprender. Éste dijo que había demasiados hombres que seguían inactivos, que la epidemia interesaba a todos y que cada uno debía cumplir con su deber. Cualquiera podía ingresar en los equipos de voluntarios.

“-Es una buena idea -dijo Cottard-, pero no serviría para nada. La peste es demasiado fuerte.

“-Eso lo sabremos -dijo Tarrou, con tono paciente- cuando lo hayamos intentado todo”.

En Cartagena, las superfluas intervenciones del Alcalde Mayor y de las autoridades sanitarias, evidencian que no solo NO se ha “intentado todo” para enfrentar el virus, sino que se ha actuado en contra de la sanidad de los cartageneros y a contrapelo de la recomendaciones de las asociaciones de profesionales de la salud. La salubridad, en vez de ratificarse como una garantía constitucional de todos, ha sido objeto de tráfico mercantil intensificado por la pandemia. Las medidas promulgadas dejan la salud a merced de los intereses económicos de poderosos gremios que cogobiernan con un desorientado Dau. El alcalde prefirió fomentar las aglomeraciones por el afán de la falaz reapertura de la economía que beneficia a ciertos sectores y en cambio trae tragedia a muchas familias.

Eso sí, ni una palabra sobre una política de renta básica o de programas dirigidos a negocios afectados por la crisis.

Lo más perverso del caso es que luego de las fiestas de final de año se recurre al indicador macabro de la escasez de UCIS para justificar medidas tímidas que No tendrán los efectos deseados en la disminución de contagios y en consecuencia de las muertes. Hasta un lego como el autor de estas líneas entiende que quien llega a una UCI tiene mínimas posibilidades de vencer al virus.

En pocas palabras, las autoridades privilegiaron la acumulación de capital de sectores empresariales sobre la vida, al punto de llevar a la gente al borde de la disponibilidad de UCIS.

En contraste, expertos que trabajan con la información epidemiológica se quejan de que no se publican completos los respectivos informes sobre la pandemia en la página web del Dadis desde el 20 de octubre del año anterior. La transparencia también murió de Covid 19 en este gobierno.

No se habla del número reproductivo efectivo (Rt), que es el promedio de casos secundarios causados por un individuo infectado en una población compuesta por individuos susceptibles y no susceptibles. Este es uno de los indicadores que facilita el seguimiento y monitoreo de la efectividad de las medidas poblacionales en el control de una epidemia, por lo que es deseable que esta medida sea complementada con otros indicadores como la medición de la morbilidad (# casos e incidencia de morbilidad) y la medición de la gravedad (% casos en hospitalización y UCI, letalidad y tasa de mortalidad).

A 29 de diciembre de 2020 el Rt en Cartagena era de 1.4, en tanto que el promedio nacional correspondía a esa fecha, a 1.29. Vale decir que ya en ese momento estábamos por encima del promedio nacional, solo por debajo de Medellín y Pereira.

El Rt perdió valor y sentido pues no existe política, ni capacidad administrativa que permita hacer rastreo y aislamiento efectivo de casos, que sin duda era la medida idónea para aminorar los efectos de la pandemia como se demostró en Nueva Zelanda o Corea del Sur. No se ha intentado todo, como lo reclama el personaje de La Peste, y no se intenta, pues la administración distrital prefiere el expediente fácil de dejar la salud en manos de los sultanes de las EPS que llenan sus bolsillos, ahora más que nunca, por cuenta de las victimas del Covid 19.

Dau, en una de sus últimas intervenciones ha dicho que no acude a medidas drásticas de aislamiento para no quebrar más empresas. Sin embargo no parece considerar la quiebra de vidas humanas de tantos conciudadanos. Esa alocución culminó, cínicamente, con aquello de “tú papá te quiere”, pero  “papá” no hace lo suficiente. Tremendo padre, tremenda carreta.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *