Por Rubén Rodríguez García
Parece una mentira o más bien una teoría de la Conspiración de esas que están tan de moda por estos días con lo del origen del Covid19. Pero no es así. Todo parece apuntar a que el alcalde de Cartagena, William Dau Chamatt, estuviera trabajando de manera incansable para su suspensión y, de hecho, ya tiene suficientes méritos para ello.
Y contrario a lo que muchos pueden pensar o creer, él pretende irse del Palacio de La Aduana con más gloria que pena. El anhelo es salir como un héroe y, para ello, está tratando de utilizar todos los argumentos posibles para intentar demostrar y evidenciar que tras su destitución hay una caterva aullando allá abajo en la plaza esperando ese momento.
Lo del Libro Blanco no es más que otra fehaciente demostración para no plantear solución a los problemas de una ciudad que requiere cuanto antes de un verdadero gerente o un líder que procure trabajar por ella y no de un veedor que cada vez que se siente atacado saca un conejo del sombrero, como los buenos magos, para mantener al pueblo con una ilusión de su lucha contra la corrupción. De eso ya se está cansando un porcentaje del pueblo pero otros siguen aplaudiendo su loable labor.
Y al igual que Nerón en el verano del 64 cuando incendió a Roma, William Dau pretende hoy incendiar la ciudad de Cartagena comenzando con sus bodegas ardientes que lanzan fuego con sus comentarios a través de las redes sociales contra todo aquel que cuestione o critique a su gran líder que se desvanece con el transcurrir de los días.
Y además de estos ocultos incendiarios están quienes pretenden mantener a William Dau en el poder pero es imposible pues su temperamento y su inteligencia emocional no se lo permiten. La falta de cabeza fría no le ha permitido ver con claridad que su jefe inmediato es el procurador y que tiene que derribar Aquarela, por ejemplo; o que a los entes de control no se les desafía sino que se abren las puertas para que se adelanten los escenarios propios de las investigaciones.
Veo muy próxima la destitución del mandatario cartagenero y estoy por creer que él también lo sabe. Ojalá la ciudad logre entender que el camino hay que enderezarlo, que nos costará y hay que hacerlo en procura de proyectar la ciudad y devolverle la fortaleza ecónomica y financiera que tiene para el país.