Por Rubén Rodríguez García
Si de algo están convencidos los cartageneros es que el covid en esta segunda ola en la ciudad ha hecho lo que se le ha dado la gana.
El trágico y negativo balance de la pandemia evidencia en la fría estadística el fallecimiento de un cura, un pastor, ocho médicos y 46 cartageneros que hoy, poco o nada, interesan a una administración distrital que ha decidido colocar sus ojos en el afán de abrir la ciudad para un turismo que llega a cuentagotas y sin control, en lugar de preocuparse por preservar la vida de su gente, adecuar debidamente los centros asistenciales y cancelar las obligaciones de la Ley de Punto Final con los miembros de la salud de la red pública que tanto han coadyuvado en estos difíciles momentos.
Adicionar a lo anterior las faltas de pruebas Covid, el contar con los medicamentos para aquellas personas que requieren ser intubadas y una verdadera información y estadística para los medios de comunicación locales sobre la ocupación de camas UCIs diario. Esto hace parte del verdadero plan de trabajo que debe tener una administración distrital.
Pero mientras se le garantiza la estadía a quienes llegan a disfrutar de la ciudad y pasearse por el Centro Histórico o armar fiestas clandestinas y demás en esta capital; se sale entonces a hacer señalamientos de que los altos índices de contagiados en la ciudad ( 3.081 hasta ayer en la tarde, según el Ministerio de Salud ) obedecen a la indisciplina de los mismos cartageneros.
Tal parece que en esta administración padecen repentinamente de una amnesia o condición especial que no les permite recordar que son los cartageneros del común los que necesitan salir a rebuscarse y ganarse el pan de cada día y que de no salir a ganarse el sustento, la alcaldía no llegará a sus casas a llevarle una atención. Aún hay familias en condición de vulnerabilidad que denuncian hoy, que desde el momento en que llegó el covid a Cartagena hasta el 9 de enero de 2021, no han recibido una ayuda por parte de la administración.
Y es que las medidas inocuas y sin sentido se repiten. Recordemos que durante la primera etapa de esta pandemia, a comienzos del año pasado, se embolataron hasta para montar un pico y cédula; se compraron pruebas rápidas que nunca llegaron y hasta un gel antibacterial con sobrecostos que llevaron a que los entes de control junto con la Fiscalía abrieran investigaciones de las que estamos a la espera de los resultados. Se demostró con esto que la pandemia fue muy buena para aquellos contratistas que nunca cumplieron.
Incluso no sabían si cerrar o no el mercado de Bazurto; en fin, desde el gobierno nacional se activaron los planes para que, a través de la ministra Arango, se tomaran acciones puntuales y así demostrar que se estaba trabajando en pos de los cartageneros.
Luego de varios meses y cuando nos toca la segunda ola vuelven las medidas absurdas y sin sentido. Un mandatario que reúne toda una tarde a su gabinete y luego de un análisis profundo, el alcalde sale y le dice a los ciudadanos que se viene un toque de queda del que muy pocos lograron entender su razón de ser. A esta disposición se le sumó la indecisión de si cerrar o no los centros comerciales pues primero se decía que si y media hora después se dijo que no.
Y fue el mismo gobierno nacional con el presidente Duque a la cabeza porque ya no está la ministra Arango quien vino a decirle a Dau lo que tenía que hacer. Y lo está cumpliendo. Mientras que los cartageneros caen como moscas los empresarios del turismo ven como los resultados de las decisiones de la administración le representan los intereses y ganancias que se estimaban para esta temporada.
Poco o nada interesan las recomendaciones que hacen entidades como la Mesa por la Salud cuando recomienda que se fortalezcan las medidas porque, de no hacerlo, lo que se viene es mucho más complicado en este momento. Así las cosas, lo que se plantea al no entender lo que dicen los expertos es sálvese quién pueda y que Dios se apiade de Cartagena.