En medio del bullicio de las Fiestas de Independencia, entre desfiles, tambores y memoria histórica, una noticia de profundo impacto para el futuro de Cartagena pudo haber pasado inadvertida: la ciudad ha logrado un hito sin precedentes en materia educativa.

Por primera vez, un colegio oficial cartagenero ha alcanzado la categoría más alta en las pruebas Saber, y la mayoría de las instituciones públicas han escalado a niveles de calidad que antes parecían inalcanzables. Este avance no es fruto del azar. Es el resultado de una política pública clara, ambiciosa y sostenida, que priorizó la educación como columna vertebral del desarrollo.

El plan de gobierno liderado por el alcalde Dumek Turbay y aprobado por el Honorable Concejo Distrital, contempló una inversión histórica cercana al billón de pesos, destinada exclusivamente a la transformación educativa. Restauración de 75 escuelas, construcción de 10 megacolegios, gratuidad con calidad, y una visión de continuidad que permitirá a los jóvenes estudiar desde la primaria hasta la universidad sin salir de sus barrios.

Este modelo no solo moderniza la infraestructura: democratiza el conocimiento, dignifica la enseñanza y siembra equidad. Porque una ciudad que educa es una ciudad que se emancipa. Y Cartagena, que celebra su libertad cada noviembre, hoy la honra también con aulas abiertas, con niños aprendiendo, con maestros motivados y con comunidades que vuelven a creer.

La educación no es un gasto: es la inversión más poderosa que puede hacer una sociedad. Y Cartagena ha decidido apostarle, con hechos, con recursos y con visión.

Felicitaciones, Cartagena. Porque educar también es un acto de independencia.

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