El tema de la imbecilidad reviste mucha importancia en el análisis de las organizaciones, por cuanto puede ayudarnos a entender muchos fenómenos que suceden al interior de las empresas y a desentrañar algunas características de los individuos, que han permanecido ocultas hasta este momento. A pesar de su enorme importancia, pocas investigaciones se encuentran sobre la naturaleza de la imbecilidad; quizás, por lo sensible del tema y porque no nos gusta saber que existen muchos imbéciles en la sociedad y que, gran parte de los males que nos aquejan encuentran su explicación en esta característica típicamente humana, será que hay alguna similitud con esta teoría, con lo que está pasando en Cartagena..?


Algunos podrán decir que si, otros que no, pero estamos en el punto máximo de las consecuencias de haber votado por un imbécil, casa peleas, como cualquier adolescente que trata de montársela a todo el mundo. Así han pasado tres años de los cuales solo hemos visto las famosas salidas a los Estados Unidos, en donde realizó reuniones de pretil y una gran cantidad de reuniones que a la larga no han traído ningún avance a esta sufrida Cartagena.

El estudio de los individuos imbéciles ha tenido poca discusión al interior de las organizaciones, a pesar de que este tipo de personas existen a montones. Se las encuentra por todas partes, en las universidades, en las iglesias, en las empresas, en los sindicatos; en fin, en cualquier lugar en que uno se encuentre. Poseen la característica de la ubicuidad. Como estas personas son muy dañinas para el desarrollo de las organizaciones y de la humanidad, es necesario reflexionar sobre ellas, a fin de conocerlas y poder combatirlas. Esto es un deber.

Si los imbéciles entendieran lo dañino que son para la sociedad, ellos mismos se autoexiliarían y constituirían un mundo paralelo, el mundo de los imbéciles o, al menos, se pusieran un cartel que dijera: “yo soy imbécil, aléjense de mi”, como los hombres – de El Apocalipsis – que tenían la marca de la bestia. Pero, como esto es imposible, los imbéciles no tienen la capacidad de auto conocerse y percibir el mal enorme que provoca su triste existencia y debido, además, que la naturaleza no es sentimental al crear estos seres, estamos condenados a vivir con ellos y peor aún si la teoría del eterno de retorno, que defiende Nietzsche, es cierta; por lo tanto, debemos conocerlos, identificarlos y hacerles frente.

Su perversidad y odio son de tal magnitud que derraman cicuta por todos lados, cuando son ellos los que deberían consumirla. Por eso, lo menos que podemos hacer es alejarnos porque son una ofensa a las mentes íntegras y brillantes; aunque es difícil hacerlo porque siempre andan en la búsqueda de las personas inteligentes, puesto que estos últimos constituyen un peligro para ellos. Son como los dictadores criminales. La historia de éstos, como es el caso de Hitler, plantea que muy pocas veces se detienen ellos solos, es necesario que alguien los detenga. Y para hacerlo, habrá que conocerlos.

Los imbéciles son como un barril repleto de estiércol, con muchos agujeros, que viene rodando en una pendiente y salpicando a los individuos que encuentran a su paso. Se parecen al pantano, que encierra podredumbre; por eso, entre más lejos estén, mejor y, como son muchos, constituyen una enorme masa amorfa; recordemos que entre los cuerpos funciona la ley de la Gravedad. Desafortunadamente la ciudad escogió a un IMBECIL como alcalde, que no ha hecho absolutamente nada, que se ufana de ser el mesías, pero que solo divide, y riega todo su odio hacia los que presuntamente fueron los culpables de su exilio. No se puede repetir algo como esto nuevamente, los cartageneros están avisados, y ojalá hayan aprendido la lección de lo que fue votar por un IMBECIL.

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