Por Rodolfo Díaz Wright
Poco a poco los cartageneros nos hundimos irremediablemente en el océano del desencanto. Las telarañas de nuestra memoria son cada vez más densas y las cucarachas del olvido han reducido a escombros, los recuerdos de nuestras glorias pasadas. La mediocridad es nuestro símbolo distintivo y, cada vez cobra más vigencia, la frase lapidaria del padre Pierre Augustin Caron de Beaumarchais: “Con ser mediocre y saber arrastrarte llegas a cualquier parte”.
Hace apenas unos días, nuestro principal periódico local, festejaba con bombos y platillos el triunfo de la improvisación y el oportunismo. En primera plana y con una inocultable alegría, el panfleto dibujaba el tamaño de nuestras desgracias: El alcalde, quien pensó inicialmente que no aguantaba ni un mes en su cargo, acababa de completar nueve largos y conflitivos meses, sin ser echado. Imagínense tremendo triunfo.
Hasta donde hemos penetrado, en ese camino miserable de la falta de vergüenza, de la nula capacidad de sindéresis, del desprestigio y del poco respeto por una ciudadanía ingenua y escaldada, por su infortunio histórico y recurrente. El alcalde, con cara de novio feliz, aparecía contento y sonriente, cual boxeador que acaba de finalizar el combate, apaleado pero dichoso de haber resistido los doce asaltos. Pero, si sentimos pena ajena por nuestro alcalde, mucho más grande fue el desconcierto, ante el descache de nuestro otrora serio y responsable periódico. Que eso sea lo único a destacar, después de nueve meses de diatribas, retractaciones, borrones y embarradas, es una clara muestra de lo mal que andamos.
Queda claro entonces, que en los planes del candidato Dau, no estaba el ganar la alcaldía de Cartagena y mucho menos ejercer ese complejo cargo, el cual, ni en el más remoto de sus pensamientos, estaba preparado para desempeñar. Casi todos recordamos que apareció de la noche a la mañana, con su cartapacio de cuentos y chismes de palito de caucho, anunciando denuncias y castigos, hablando de todos y contra todos, sabiendo que este es un electorado, en su mayoría, cuasi ignorante, sugestionable y proclive a apoyar propuestas escandalosas, de poco contenido programático, pero respaldadas por charlatanes y vocingleros profesionales.
Le sonó la flauta y, muy rapidamente, demostró que era un “metemonos”, que después de matar al tigre le tenía miedo al cuero, que no sabía “por donde iba tabla”, y que, como el mismo festeja hoy día, creía que no iba a durar ni un mes. Eso no lo pensaban sus enemigos, como hoy anuncia sin ruborizarse. Eso lo pensaba el, ante la certeza de su incapacidad para asumir una responsabilidad que le cayó de chiripas, que nunca imaginó que tendría que enfrentar, a no ser en una ciudad famosa por sus descalabros, a la hora de elegir a sus dirigentes.
Hoy todavía desconcertado, no sabe como va a salir de la camisa de once varas en que está metido y su única estrategia es seguir alimentando el circo de tres pistas en el que indistintamente ejerce roles de titiritero, de payaso o de ventrílocuo incorregible. Hace poco se disfrazó, para demostrar que añora sus tiempos de candidato y las trifulcas verbales con sus contrincantes, síntoma inequívoco de que no se encuentra cómodo en su actual papel y que su pugnacidad continuará, con la esperanza de que una autoridad con pantalones lo saque a sombrerazos, o que la ciudadanía reaccione y le pida la bola, en una revocatoria histórica.
La reina isabel, ante la solicitud de los conservadores ingleses, de propinarle un golpe de estado al Laborista Harold Wilson, acusado de ser espía de la KGB, dizque para salvar la democracia, los sacó a empellones de su sala de recibo con una respuesta histórica: “si quieren democracia, déjenlo que termine su período, para el cual fue elegido democráticamente, y luego elijan uno mejor.” Wilson, no solo continuó su período, sino que solo se marchó, cuando le dio la gana.
Afortunadamente en nuestra democracia no hay que esperar que termine el período para reemplazar al mal elegido: tan solo hay que soportar un año y recoger, en este caso, 34100 firmas, para solicitar su revocatoria. Ya casi.