Por: Emilio Gutiérrez Yance
En los pasillos alfombrados del Hotel Tequendama, donde se realizó el IV Congreso de Comunicaciones Estratégicas de la Policía Nacional, presidido por el general William Oswaldo Rincón Zambrano , Medellín dejó de ser solo la ciudad de la eterna primavera. Era Colombia entera, reunida en retazos de acentos: el Caribe cálido y musical; la Pacífica húmeda y resiliente; la Andina de montañas afiladas; la Amazonía infinita; la Orinoquía de horizonte y polvo; la insularidad que mira al mar para entender el tiempo.
Fueron cuatro días, cientos de voces y un mismo propósito: pensar la seguridad desde la palabra, desde la humanidad y desde la ética. El lema —“IA: realidad que transforma”— brillaba en las pantallas, pero la verdadera transformación no estaba en los circuitos, sino en las miradas atentas, en las libretas llenas de notas, en las preguntas que nacen cuando un país decide escucharse.
Los comunicadores policiales —mitad palabra, mitad acción— avanzaban con la disciplina del servicio, pero con un brillo distinto: el brillo de quien sabe que, a veces, una frase desactiva un miedo antes que una patrulla. Habitan dos lenguajes: el del radio que ordena y el del silencio que acompaña.
Y entre café y café, entre diapositivas y conversaciones profundas, surgían historias que rara vez caben en los titulares, pero que sostienen al país como vigas invisibles. Porque comunicar —para ellos— no es adornar. Es servir. Es proteger. Es estar.
La inteligencia artificial se presentó no como amenaza, sino como desafío moral y surgió un interrogante: ¿cómo integrar IA y corazón sin fracturar la esencia humana del servicio? La respuesta se repitió como promesa y advertencia: la tecnología no humaniza a la institución; es la humanidad la que hace ética a la tecnología.
Sobre esa brújula, cinco pilares se alzaron como compromiso y como ruta: claridad, cercanía, comprensión, creatividad y coherencia. No fueron enunciados: fueron votos.
Desde el escenario, una frase marcó el tono del encuentro:
“La inteligencia artificial no reemplaza al ser humano; amplifica lo que toca.”
Ese fue el recordatorio más poderoso: la tecnología no tiene alma; por eso necesita la nuestra.
El general William Oswaldo Rincón Zambrano, director general de la Policía Nacional, lo sintetizó con precisión: “La comunicación fraternal, cercana y humana es el alma que nos une como policías al servicio de todos los colombianos.”
En este nuevo mapa comunicativo, la inteligencia artificial no llegó para desplazar, sino para acompañar. Para ayudar a anticipar, entender y proteger mejor.
El teniente coronel Diego Edigson Quitian Chila, jefe (e) de la Oficina de Comunicaciones Estratégicas, reforzó esta visión humanista:
“Este modelo se sustenta en una cultura guiada por la vida, la dignidad, la excelencia, la equidad y la coherencia. La IA es una oportunidad para optimizar y fortalecer el vínculo con la comunidad, sin perder el enfoque ético ni el sentido humano.”
Y cuando el sol se escondió detrás de las montañas y Medellín encendió su collar de luces, el coronel Jorge Alberto Delgado Montoya cerró el encuentro con gratitud genuina, la que nace cuando una institución se reconoce en su propia misión: “La comunicación fraternal, cercana y humana es el alma que nos une al servicio de los colombianos.”
Hubo aplausos. Abrazos breves y sinceros. Ese silencio denso y luminoso que solo se siente cuando lo verdadero ocurre.
Luego, al rodar las maletas hacia aeropuertos y terminales, una idea quedó suspendida en el aire, flotando como promesa y principio: la IA podrá procesar datos, pero no podrá escuchar un llanto, ni leer un temblor de esperanza, ni ofrecer un hombro silencioso.
Mientras existan hombres y mujeres que narren —con voz firme y corazón vulnerable— lo que ocurre en los rincones donde el Estado respira más lento, Colombia no perderá la fe en la palabra ni en quienes la usan para protegerla.
Porque, en esta era de algoritmos, pantallas y métricas, hay algo que ningún sistema podrá programar: el pulso humano que sostiene la paz con voz, con verdad y con vida.

