En una reciente conversación con el Noticiero Buenos Días Cartagena, el sociólogo cartagenero Dr. Raúl Paniagua desmenuzó un fenómeno social que, aunque caricaturizado en la cultura popular, tiene raíces profundas y dolorosas: el llamado síndrome de Doña Florinda. Un comportamiento en el que personas de origen humilde asumen actitudes discriminatorias y de superioridad frente a otros que comparten su mismo origen social o racial.
Un espejo deformado de nuestra historia
Paniagua explica que este síndrome es un reflejo de un patrón histórico que arranca en la colonia, cuando el poder español impuso un sistema jerárquico que degradaba a indígenas y afrodescendientes. Durante tres siglos, ser negro o indígena se asoció con lo “malo” y lo “inferior”, dejando una huella que, según el sociólogo, aún permanece en el imaginario colectivo.
“En Cartagena, mucha gente pobre, incluso afrodescendiente, ha interiorizado la idea de que para progresar hay que parecerse o actuar como la élite blanca y rica, negando su propia identidad”, señala.
Ignorancia, discriminación y exclusión
El fenómeno se alimenta de otros factores como la baja educación, el desconocimiento de la historia y la influencia de los medios, que promueven estereotipos aspiracionales. Así, surgen actitudes de “sentirse de mejor familia” como si eso otorgara estatus o ventajas.
Pero lo más preocupante, dice Paniagua, es que quienes han vivido discriminación muchas veces se convierten en los más duros discriminadores. “Hay sectores que, al mejorar un poco sus condiciones, replican los mismos patrones de exclusión contra quienes ayer eran sus iguales”.
Del rechazo a la exigencia
El caso reciente en el barrio Bicentenario, donde una comunidad condicionó la llegada de nuevos vecinos al pago de una deuda por parte del alcalde, ilustra otro matiz del problema. Para el sociólogo, este tipo de posturas se mueve entre el chantaje y la búsqueda de compensar “deudas históricas” —aunque muchas veces dichas comunidades no sean las directamente afectadas por esas deudas.
Además, Paniagua advierte que Cartagena arrastra un historial de desplazamientos internos mal gestionados: desde la expulsión de comunidades de la Avenida Santander y Chambacú, hasta el traslado del mercado de Bazurto. “Faltan procesos serios de acompañamiento social, económico y psicosocial para quienes son reubicados”, enfatiza.
Una ciudad que sigue siendo colonial
Para el sociólogo, Cartagena mantiene patrones coloniales en su estructura social y mentalidad colectiva. “En el ADN cultural de la ciudad siguen operando mecanismos de alienación y dominación que llevan a que los más discriminados sean, en ocasiones, los más discriminadores”.
Rutas para el cambio
Superar el síndrome de Doña Florinda no será tarea fácil. Paniagua propone dos niveles de acción:
- Corto plazo: acompañamiento directo a familias mediante psicólogos, trabajadores sociales y promotores comunitarios, con programas continuos y no talleres esporádicos.
- Largo plazo: una educación de calidad y acceso real a la cultura entendida como identidad y no solo como espectáculo. “Debemos reconocernos como sujetos culturales y sociales, capaces de valorar lo propio sin temor al otro”.
Mientras estas acciones no se emprendan con seriedad, concluye Paniagua, la ciudad seguirá reproduciendo, de forma consciente o inconsciente, las cadenas invisibles que dejó la colonia.

