Por Danilo Contreras

La muerte de un extranjero en zona turística de la ciudad, a manos de delincuentes que intentaban robarle, se suma a la oprobiosa estadística de asesinatos que ha puesto a Cartagena en el ranking de las urbes más violentas del mundo y nos hace meditar acerca de las condiciones materiales y subjetivas o psicológicas en que se configura la personalidad de un delincuente capaz de matar por robar, o por encargo, ora por simple intolerancia.

Uno podría pensar al construir una reflexión al respecto, que se da por sentado que los barrios segregados, carentes de un hábitat digno, con familias disfuncionales que lidian a diario con el hambre y el maltrato, son escenario propicio para el surgimiento y consolidación de personalidades violentas. En las esquinas de los barrios pobres de esta ciudad está el caldo de cultivo de una juventud vulnerable que suele ser fácil presa de grupos de delincuencia organizada que los vuelve sicarios o traficantes de estupefacientes. Son las esquinas en las que los sueños de chicas y chicos se dan en los dientes con la piedra cruel de la desesperanza y la ausencia de oportunidades.

Pero vislumbró que además de las condiciones de pobreza, hay elementos psicológicos y mentales que en mi modesto parecer, resultan propicios para la tragedia de violencia que se agudiza en la ciudad.

Uno de esos factores puede corresponder a lo que algunos siquiatras como Carl Jung han caracterizado como “inconsciente colectivo” que se va estructurando por arquetipos o modelos del ser y de la conducta idealizados o sublimados, que terminan por influir en el comportamiento de las personas. Así por ejemplo, se habla del paradigma del héroe valiente o del sabio o del deportista que muchos quisieran ser para satisfacer una idea de vida buena.

La cultura, la historia, los modelos educativos, etcétera, promueven estos arquetipos para moldear el comportamiento social del sujeto. Sin embargo, hay otro tipo de modelos de conducta que también se promocionan de diversas maneras, a través de medios de comunicación, redes sociales, expresiones artísticas como la música y otras, que incitan comportamientos de transgresión para alcanzar ideales de vida buena, pero esta vez determinados por el consumismo y la riqueza material obtenida de manera rápida, fácil, y si es preciso ilegal. El todo vale.

Me refiero en esta última hipótesis a la proliferación de series, novelas, entrevistas, tik toks, influencers, temas musicales y otros, que idealizan al bandido y al traqueto, lo que sumado a condiciones de pobreza material resultan en una combinación nefasta y antisocial.

Agregue a ese coctel un dato que los científicos han ido estudiando a través de décadas de observación. Me refiero a la pérdida de capacidad intelectual que parece estar sufriendo la humanidad pese al avance de los medios tecnológicos.

En efecto, todo parecería indicar que la capacidad humana para resolver problemas de forma adecuada, viene en franco deterioro. Así, los científicos han observado que a partir de los años treinta del siglo XX, el coeficiente intelectual acusaba un incremento constante que muchos atribuyeron a mejoramiento en condiciones de educación, salud y trabajo centrado en el entrenamiento del razonamiento abstracto, esto es, la resolución de problemas que exigían más de las conexiones cerebrales y la combinación de conocimientos adquiridos.

Pese a lo anterior, a partir del año 2004 los estudios parecen arrojar que los datos de coeficiente intelectual han dejado de crecer y la tendencia va en caída, lo que en plata blanca parecería significar que una epidemia de estupidez amenaza a la humanidad, lo cual podría encontrar evidencia empírica en los trágicos episodios de violencia e insensatez de que somos testigos a diario, entre ellos, el asesinato del turista extranjero al que nos referimos al principio. Una ausencia total del buen y correcto sentido de las cosas. Ni mencionar las guerras de odio y exterminio en que se debate el mundo.

Algunas de las razones con las que especulan los científicos para explicar este fenómeno novedoso, es la supuesta proliferación de información basura a que esta sometido el cerebro humano moderno por cuenta de las nuevas tecnologías, lo cual, según estos, perjudica la reflexión crítica sobre los hechos.

Yo que obviamente no soy científico, encuentro evidente esa renuncia al pensamiento crítico que causa la epidemia moderna de estupidez. Baste observar como los liderazgos sociales y políticos están marcados hoy de forma preponderante, por personajes sin peso intelectual que pululan en redes sociales.

Entonces algo hay que hacer para propiciar espacios para la reflexión crítica, además del establecimiento de condiciones materiales para superar las condiciones de pobreza en que se fermenta la violencia.

Considero finalmente, que es una estupidez creer, que tales políticas pueden ser logradas por los clanes tradicionales que son el mal ejemplo del pueblo y que por estos días lo corrompen con migajas electorales.

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