El reciente desenlace del llamado “episodio motociclistas”, que enfrentó por semanas a un grupo de moteros con la Alcaldía de Cartagena, deja lecciones profundas sobre la manera de gobernar, escuchar y transformar los conflictos urbanos en oportunidades de desarrollo social y deportivo.
Lo que comenzó como un hecho lamentable —un accidente trágico en la zona norte de la ciudad— reveló una realidad más compleja: la presencia de jóvenes apasionados por el motociclismo y el stunt, prácticas que, si bien generan preocupación cuando se ejercen sin control, también representan una forma de expresión, talento y disciplina deportiva que merece ser encauzada, no reprimida.
El alcalde de Cartagena supo leer entre líneas esta coyuntura. En lugar de cerrarse al conflicto o acudir a la imposición autoritaria, eligió el camino más difícil, pero el más constructivo: el diálogo. Escuchó a los motociclistas, comprendió su sentir y buscó puntos de encuentro que transformaran el problema en una oportunidad.
El resultado habla por sí solo. Hoy, tras jornadas de conversación y concertación, la administración distrital y los motociclistas decidieron unir esfuerzos para desarrollar espacios seguros y organizados donde se pueda practicar el motociclismo y el stunt como lo que son: disciplinas deportivas reconocidas a nivel mundial.
Este acuerdo no solo representa una victoria para los moteros, sino para toda la ciudad. Gana la seguridad vial, gana el deporte, gana la convivencia y gana una Alcaldía que demuestra que se puede gobernar con el oído puesto en la gente y la voluntad orientada a la solución.
Ojalá todos los conflictos urbanos pudieran resolverse con la misma madurez y disposición al entendimiento. Cartagena necesita más mesas de diálogo y menos muros de confrontación; más empatía y menos prejuicios.
El alcalde ha mostrado que la verdadera autoridad no está en la imposición, sino en la capacidad de escuchar, construir confianza y ofrecer alternativas que integren.
Porque cuando una administración se atreve a escuchar, lo que era un problema se convierte en una oportunidad, y lo que parecía división se transforma en comunidad.
Así se gobierna una ciudad que quiere avanzar.

