La ciudad ha comenzado a respirar con menos sobresaltos. Desde que se puso en marcha el plan de seguridad liderado por el alcalde Dumek Turbay, en coordinación con el Ministerio de Defensa, la Policía Nacional, la Armada y la Infantería de Marina, el panorama urbano ha cambiado de forma visible.

Las caravanas de la Fuerza Pública recorren los barrios, se ejecutan planes de desarme, se instalan retenes y se capturan delincuentes en flagrancia. La autoridad ha vuelto a ocupar el espacio que la ciudadanía reclamaba.

No se trata solo de operativos: se trata de presencia, de control, de devolverle a la gente la certeza de que el Estado no ha abandonado su deber. La respuesta ciudadana no se ha hecho esperar. Hay gratitud, hay alivio, hay una sensación creciente de que la ciudad se mueve hacia un nuevo orden. Aunque es temprano para cantar victoria, los primeros signos son alentadores.

Este esfuerzo no puede ser flor de un día. La seguridad no se improvisa ni se sostiene con acciones aisladas. Lo que hoy se celebra debe proyectarse a largo plazo, con planificación, recursos y voluntad política. Cartagena merece una estrategia de seguridad que no solo responda a la coyuntura, sino que se convierta en política pública sostenida.

La tranquilidad es un derecho. Y cuando el Estado lo garantiza, la ciudadanía responde. Que este sea el comienzo de una nueva etapa, en la que la ley recupere su lugar y la ciudad su dignidad.

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