Por Rubén Rodríguez García
Los primeros profesionales que deberían exigir al alcalde de Cartagena, William Dau Chamatt, respeto, por las ofensas lanzadas a la Universidad de Cartagena, son los que están en su gabinete, quienes, muy seguramente, se sienten orgullosos de ser udeceistas.
Se trata de un alma mater centenaria, que, a nivel nacional, es reconocida por su prestigio y preparación de profesionales íntegros, quienes han aportado al desarrollo de la región trabajando de manera honesta.
Los pasillos de este plantel educativo son recorridos por docentes, quienes entregan lo mejor de ellos, para brindar a las nuevas generaciones un norte y el cambio que se requiere para la ciudad, enmarcado en el respeto por los demás.
La Universidad de Cartagena no es ajena a los problemas de índole nacional, en donde el recorte y la privatización de la educación pública están a la orden del día, como un propósito a mediano plazo planteado por el Gobierno nacional; todo, de la mano de esos tijeretazos que vienen cada año en los presupuestos para la educación superior pública.
Los esfuerzos que se han adelantado por parte de la universidad, han permitido, año tras año, ubicarla entre las mejores del país. El reto a futuro debe ser no claudicar y seguir trabajando de manera incansable. Ninguna entidad, por muy pulcra que sea, está alejada de los actos de corrupción, pero estos deben ser erradicados por el bien de la institución, cualquiera que esta sea. Lo reconoció recientemente el alcalde y manifestó que al interior de su administración había hechos de corrupción, que muy pronto estaría dando a conocer.
Siento que la falta de respeto fue total cuando el mandatario distrital manifestó que la universidad era un nido de ratas. Y reitero, son varios los egresados de la UDC, quienes laboran en la administración del alcalde. Considero, además, que, durante cuatro años, no debemos pasarnos planteando visiones maniqueas o extremas, como aquello de “quienes no están conmigo son malandrines; y quienes sí lo están, no lo son”.
En las zonas rurales del Caribe colombiano, cuando las aves de corral osan entrar a la sala de la casa, se les lanza la expresión “¡shiooooo!”. Y todas se espantan. Aquí, alcalde, usted lanzó una expresión similar con la que metió a todo el mundo en un mismo saco, y a todos les faltó al respeto.
Todo estaba, como dice el Chapulín Colorado, fríamente calculado. En la mañana faltó al respeto; y en la tarde, cuando no lo dejaron ingresar al acto académico, salió quejándose en las redes sociales, que es donde se considera fuerte y tiene seguidores en esos grupos, que se han dado en llamar “bodegas”; y que insultan, intimidan y lanzan improperios a todo el que lo cuestiona o critica.
Esperamos que el alcalde reconozca, por allá muy en el fondo, el error que cometió y que, a través de las mismas redes, salga a presentar las debidas excusas. Cicerón decía: “Sin sentimiento de respeto, no hay forma de distinguir a los hombres de las bestias”. Esperamos que usted marque la diferencia y nos ponga el ejemplo.
PD. Un día de estos se le van a agotar las instancias con que hacer escándalo y show. ¿Qué va a hacer?, ¿Será que se pone a gobernar?