Por Rodolfo Díaz Wright

Cuando la gente comprende el significado del término ensimismamiento, lo más seguro es que comience a molestarse si le dicen que es una persona ensimismada. Obviamente a muchos no les gusta que les digan que viven interesados en ellos mismos y muestran poca preocupación por los demás.

El ensimismamiento es primo hermano de la insolidaridad, que no es otra cosa que:  la actitud de indiferencia social de aquella persona que se deja llevar por el individualismo y mira hacia otro lado, evitando implicarse en temas sociales en los que puede aportar o contribuir para la construcción del bien general. Que una persona sea ensimismada y poco solidaria vaya y venga, al fin de cuentas todo el mundo es libre de hacer de su capa un sayo, pero que  los rasgos predominantes de toda  una sociedad, sean el ensimismamiento y la insolidaridad, ahí si, como dijo juancho, apaga y vamos.

José Ortega y Gasset, padre putativo del ensmismamiento, validaba este proceso y lo consideraba una etapa importante en el ciclo del desarrollo vital del ser humano. Para el, los humanos al igual que los animales,  vivimos alertas y alterados por lo que pasa en nuestro mundo exterior, lo que desestabiliza la sociedad. Sin reflexión, la tan buscada verdad queda a merced de las circunstancias  y la interpretación, relegada al arbitrio del consenso. Las redes sociales y los medios facilitan la participación directa y el protagonismo en los temas importantes, acabando, de paso, con la necesaria mediación del análisis de los expertos. Todos queremos opinar, sin intermediarios, con conocimiento o sin el, sobre lo divino y lo humano. Sobre lo público y lo privado.

Afortunadamente, según el pensamiento Orteguiano, el humano, a diferencia del animal, se da un respiro, se mete dentro de si, reposa y medita. Esta situación que Ortega consideró un atributo exclusivo de los humanos y que llamó ensimismamiento, le debería permitir al humano regresar de su mundo interior, al de afuera, en calidad de protagonista, volver con un paquete de ideas,  que antes no tenía, con un plan de acción serio, no para dejarse dominar por las cosas, sino para gobernarlas él, para imponerles su voluntad y su liderazgo, para realizar en ese mundo exterior, sus proyectos de rencuentro, reconciliación y pluralismo, para ayudar en las soluciones, según las necesidades de su sociedad.

Obviamente la vaina no pasa como dicen los filósofos ni como dicen los libros. Nosotros, que somos jodidos, nos quedamos, unos alterados, vociferando y como dice el coreano Byung-Chul Ham: formando un enjambre digital, donde cada individuo vive aislado, sin poder formar un proceso social, debido a la superproliferación de comunicación en redes sin ninguna reflexión previa. Esta sociedad sin reflexión se caracteriza por la ausencia del respeto, la mirada sin distancia, la indignación sin diálogo y sin discurso y la comunicación desmesurada, donde todos producen y comunican información sin mediación alguna. Por tanto, estamos formando un enjambre que solo produce un zumbido de alteración personal y social. Esto es lo que se conoce como el síndrome del enjambre.

Los otros, que logramos salir de la alteración, nos adentramos en un ensimismamiento individualista, en el que solo meditamos sobre lo que nos interesa, nos conviene y  nos produzca ventajas. Encontramos aquellos que  viven ensimismados, meditando sobre como explotar al trabajador, pagar menos impuestos y reducir las prestaciones y los parafiscales, para aumentar sus ganancias. O los que solo piensan en el espacio público como su posible fuente de recursos. Hay los que miran con ganas los manglares, las ciénagas y los caños y  solo piensan en como hacer, para que sus tierras crezcan con los terrenos escamoteados al mangle. Ni que decir de los que se la pasan meditando en la mejor forma de engatuzar al elector y una vez ganadores bailotean, payasean y se hacen los graciosos, para que no noten su ignorancia supina, en temas de ciudad.

Estos análisis que parecen otro diagnóstico más, de nuestra larga lista, caen como anillo al dedo a nuestra sufrida ciudad. Nos desgastamos opinando día y noche, reflexionamos a más no poder y ahora para colmo de males escribimos, minuto a minuto, segundo a segundo, nuestras “agudos” puntos de vista, casi siempre vaciós de contenido, significado y realidad. Cada uno tiene una solución y cada quien pide la unión, pero nadie pasa a la acción. A veces parecemos una lata de cangrejos, en la que rápidamente devolvemos, tirandole de las patas, a quien intenta salir y otras, apaleamos al mono que se atreve a subir la escalera para agarrar el guineo.

En fin, analice a ver si se concentra más en tener la razón o ganar una discusión, en lugar de entender la posición o las ideas de la otra persona. ¡¡Usted puede estar ensimismado!!

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