Por Rubén Rodríguez
No me quiero ni imaginar la escena del alcalde mayor de Cartagena, William Dau bailando y rumbeando en su carroza con gran parte de su gabinete cuando a menos de una semana, una joven mujer aún no supera el dolor de haber perdido a su hija, una menor de 10 años y su compañero sentimental por cuenta de la ola de sicariato que estremece a la ciudad. Considero que esto sería una burla por parte del mandatario y su famosa secretaria del Interior Ana María González. Sin embargo, con este gobierno distrital uno no sabe y cualquier cosa puede pasar.
A quienes hoy están dirigiendo los destinos de la ciudad solo les digo que deben colocarse en los zapatos de los demás. Es tener un mínimo de sensatez y de sentido común pues la ciudad no está para celebrar nada. La muerte ronda las esquinas en Cartagena por cuenta de sicarios motorizados que llegan armados, asesinan y se van. Atrás suelen dejar una estela de dolor a la que poco o nada le prestamos atención porque no se trata de ningún familiar, de ningún amigo. Aparecen entonces como muletillas y casi que como frase de cajón en los hogares cartageneros: Dios nos ampare y nos guarde de una situación como esta.
Los cartageneros nos unimos en una sola voz a brindar el respaldo a una familia que le ha brindado a Cartagena esfuerzo, trabajo y dedicación. A cambio lo perdieron todo en una ciudad que dirigida de manera irresponsable, inseria y sinsentido no brinda las mínimas garantías para que prevalezca la vida. Solo este año los hechos de sangre suman más de 300 y solo en el mes de octubre fueron 26 por la modalidad de sicariato. Con un panorama como este tienen el descaro de preparar festejos y celebraciones que no tienen sentido. El señor Dau y la autoridad policial hoy son cómplices silentes de los hechos de sangre.
La justicia no se clama, se exige. Y hoy los cartageneros exigimos respuestas que brillan por su ausencia y en cambio tenemos que escuchar las diatribas de un mandatario distrital que como un demente insulta a todo el mundo y le falta al respeto a quién se le da la gana. Y el problema para una ciudad tan agobiada como esta, en medio de la inseguridad y la ola de sicariatos, es que algunos medios de comunicación contribuyen de manera irresponsable con la situación. Hacen hace eco de estos pronunciamientos, le aplauden lo poco que hace pero carecen de cuestionamientos ante sus actos irresponsables.
Es hora de poner un freno y, luego de tres años, debemos entender que el mandatario no ha dirigido bien la ciudad y que a él poco o nada le importa lo que pase pues muy seguramente sus últimos años los pasará en los Estados Unidos. Insisto en que celebrar las fiestas es algo como burlarme del dolor de los demás. Y mientras unos están en una funeraria despidiendo a sus seres queridos baleados por un sicario, el alcalde bailará desenfredamente en su carroza. Y muy seguramente vendrán los titulares de aquellos medios que comente diciendo algo así como EL ALCALDE DAU SE GOZÓ LAS FIESTAS con una foto en la que está acompañado de su secretaria del Interior.
Por fortuna, en la ciudad aún hay gente buena que ha entendido que cómo vamos, vamos mal. Es hora de enderezar el camino, pensar que todo está por hacer. La voz del pueblo se tiene que hacer sentir pues todo parece indicar que el Gobierno Nacional no escucha el clamor de una ciudad que necesita urgentemente salir de un orate que se tiene como alcalde. De los errores se aprende, y vaya error que fue elegir a Dau para la ciudad. Lección aprendida.

