El reciente anuncio del alcalde Dumek Turbay Paz sobre la construcción de una nueva vía que conectará el norte con el sur de Cartagena, bordeando la Ciénaga de la Virgen, merece toda la atención de la ciudadanía.

No se trata de una obra más: hablamos de un proyecto estratégico que permitiría salir del aeropuerto de Crespo y llegar a sectores como El Pozón o incluso a Turbaco en apenas 15 minutos. Un cambio radical en la movilidad de una ciudad que hoy padece el estrangulamiento vial y que puede tardar más de hora y media en conectar sus extremos.

Urbanistas, expertos en transporte y ciudadanía deben abrir un debate serio sobre el alcance de esta obra. Sus beneficios van más allá de la reducción de tiempos de viaje: significará nuevas oportunidades de integración social, dinamización económica y descongestión del centro histórico, hoy saturado de tráfico.

Cartagena ha esperado demasiado por una solución de esta magnitud. Esta vía no solo representa una mejora en infraestructura, sino un paso decisivo hacia la modernización y competitividad de la ciudad.

Bienvenida sea esta iniciativa. Ojalá que se ejecute con visión, planificación y transparencia, y que los cartageneros la valoren en toda su dimensión. Porque esta no es simplemente una carretera: es la posibilidad de unir a una ciudad dividida por el tiempo y el tráfico.

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